Nunca acostumbro a valorar una película sólo por lo "entretenida" que me ha resultado viéndola. De hecho, hay películas que me han gustado muchísimo, e incluso que califico de obra maestra, y durante su visión, lo cierto es que más de un pasaje me resultó de lo más pesado (y cuando pienso en ello, siempre me viene a la memoria
“Los comulgantes” de
Bergman).
Y valga esta introducción para referirme al cierre de esa trilogía de la venganza del surcoreano Park Chan-Wook, uno de los cineastas más imaginativos y sorprendentes de los últimos años, que lleva como título “Sympathy fo Lady Vengeance”.
La vi hará casi dos años en Sitges, y me resultó de lo más plomiza. Un auténtico collage jugando con el montaje y el argumento, y que requiere la participación del espectador para ir uniendo la piezas.
Ojo por ojo
Pero me resultó insatisfactoria. Y eso reconociendo sus méritos, que los tiene, como esa reflexión en torno al dulce o amargo sabor que puede dejar la venganza; el contemplar un acto de venganza como una penitencia o la aplicación de la Ley del Talión del “ojo por ojo, diente por diente” como forma de justicia más convincente (sobre todo cuando lo “legal” no puede, o quiere, impartir esa justicia), dejando una notable sensación de desazón en el espectador, poniendo a prueba las convicciones éticas y morales de cada uno.
Sé que los más críticos la han acusado de ser una obra, pese a todo, demasiado hueca. Y a esta linea me inscribo. Dos horas para lo que cuenta, y como lo cuenta, son a todas luces excesivas. Chan-Wook se relame en sus imágenes, les añade una sobredosis de afectación y, especialmente, alarga y reitera demasiado su argumento, hiriendo gravemente a la película.
Plasticidad visual
Sin embargo, y con los matices temáticos y argumentales expuestos,
“Sympathy for Lady Vengeance” se erige como la película más perfecta, más trabajada, del autor de
“Oldboy” a nivel formal y visual.
Más allá de lo que trata, se convierte en un puro ejercicio formal donde el tratamiento del color, la fotografía o el montaje quedan como su auténtica razón de ser. Elaboradísimos movimientos de cámara; abundancia de travellings laterales y frontales; o los tonos blancos en contraste con los negros y rojos, resaltando esa cara y cruz de la protagonista, Lee Geum-ja (Lee yeong-ae), bondadosa y angelical por un lado, violenta e implacable, por el otro.
Su plasticidad visual es apabullante, y la escena que más recuerdo es la de Geum-ja leyéndole una (supuesta) carta a su hija, en un cara a cara ficticio. Pero todo esto no impide que su forma se sitúe en franco desequilibrio con su contenido.
Valoración: ( ** )
(*****) Obra maestra. Disfrute total.
(****) Me ha gustado muchísimo. ¡Una maravilla!
(***) Me ha gustado. Buena película,
(**) Me ha gustado, pero con reparos.
(*) No me ha gustado, pero tiene sus "cosillas"
(●) No me ha gustado nada, pero si le apetece, usted mism@