Crítica: "La vida en rosa"

Acercarse a la última escena de una película intuyendo que ésta te va a llenar de emoción es una excelente prueba que la historia, y los personajes, han logrado calar.
Así sucede con la biografía de Edith Piaf que ha realizado, con solvente eficacia, y además sabiendo resolver extraordinariamente algunos de sus momentos clave, el francés Olivier Dahan.
El “Non, je ne regrette rien” (“No, no lamento nada”) de Piaf adquiere toda su dimensión y sentimiento, el canto del cisne de una vida no precisamente de color de rosa, y de una voz prodigiosa. Yla la película sería imprescindible únicamente por un elemento: la sorprendente y creíble interpretación de Marion Cotillard, y de la pequeña Marion Chevallier (Edith, a los 5 años).
Por lo demás, analizar la trayectoría de Dahan, director de “cosas” tan mediocres y olvidables como “Los ríos de color púrpura 2” no sirve de referencia.

Imágenes al detalle.
Y pese a que este ‘biopic’ se empeña en estructurarse alrededor de varios ‘flash-backs’ temporales, desde la vejez a la infancia, que pueden romper fácilmente el interés por el hilo de la narración, lo cierto es que acaba confiriéndole un valor añadido a este mosáico de hechos. Su estructura no se adapta a lo más cómodo. Más bien es anti-comercial.
Olivier Dahan también casi se precipita en otro posible error, o tópico, al hacer que sus imágenes sean lo más preciosistas posibles, cuidadas hasta el mínimo detalle, o haciendo que incluso una sencilla escena en un cementerio esté plagada de imágenes que parecen de postal. Ideales para enmarcar.
Pero los decorados excelentes, al igual que la fotografía, se convierten en otra cotización adicional. La atmosfera creada por los colores logra que nos metamos en un estudio de grabación, en un cabaré de mala muerte, en un palacio de la música o en el dormitorio de la misma Edith.
Momentos como el primer encuentro entre ella y su gran amor, el boxeador (Marcel CerdanJean-Pierre Martins), en una hamburguesería típicamente yanqui consigue implicar al instante gracias a ese esmero puesto en la recreación del diseño de producción. Los ambientes se convierten (necesariamente) en otros personajes más.

Un gorrión a lo grande.
Como señalaba, la puesta en escena no hace aguas, al contrario, mejora, en aquellos puntos culminantes donde no debe equivocarse: como en uno de los grandes debuts de la Piaf ante un público selecto (cuando aprende a cantar moviendo las manos, y que se escenifica sin el sonido de su canción).
O una magistral escena, de la que no desvelaré demasiado, donde una alegre Edith se pasea por entre las estancias de su casa, mientras se topa con otros personajes de semblante afligido. Aquí Dahan emplea un recurso de inspiración teatral pero magnificamente llevado al cine. Uno de esos momentos en los que, como al final, pediría que parasen la proyección: para aplaudir y para solicitar que volvieran a pasar la escena de nuevo.
Y la caracterización que realiza Marion Cotillard es tan buena que incluso se le puede perdonar a los responsables de maquillaje el que las arrugas y la frente postiza de una Piaf moribunda canten más que sus inmortales éxitos.
Éxitos alumbrados bajo los suburbios parisienses, entre borrachos, prostitutas, macarras, ladrones, asesinos, y otro gente de mal vivir. Con una voz capaz de seducir a hombres y mujeres, tanto a una estrella como Marlene Dietricht como a las meretrices de Pigalle; y una película que, al menos, no desmerece a “la niña gorrión”.

Valoración: ( **** )

(*****) Obra maestra. Disfrute total.
(****) Me ha gustado muchísimo. ¡Una maravilla!

(***) Me ha gustado. Buena película, ¡si señor!
(**) Me ha gustado, pero con reparos.

(*) No me ha gustado, pero tiene sus "cosillas"
(●) No me ha gustado nada, pero si le apetece, usted mism@